Page 55 - Antologia_2017
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GUSTAVO FRANCO
cinco focos tatemados a su alrededor. Dice que el güey lloraba
porque veía que iban a ir por él los federales. Y es que la piedra eso
te hace, es puro mugrero. Y para no deschavetarse hace falta tener
una voluntad muy cabrona.
–Así es –confirma Yiyo–, no cualquiera la controla. Esa madre
te altera por completo. Te puede quitar el hambre y el sueño por
días. Si no estás al cien, si estás débil, te seca, en corto, el cuerpo y
la mente –me lo recalca como si se tratase de un asunto de vida o
muerte.
–Eso sí es cierto. Para lo que sea, nunca hay que malpasarse –
ratifica Bigotes. –Los alimentos son sagrados y si no estás bien
nutrido cualquier malestar te hunde durísimo. Es peligroso andar
en ayunas con este jale. Pero con un buen plato de birria, como te
lo sirven aquí, no te tumba ni un tornado, ¿o no, mi chula? –alza la
voz para que escuche la muchacha, que pica cebolla en la cocina.
–Eso significa que sí les gustó, ¿verdad? –indaga ella sin dejar
de lado su labor.
–Está deliciosa –declaro encantado antes de zamparme otra cu-
charada.
Ya dentro del tractocamión, a la espera de que el compresor llene
los tanques y mangueras, Bigotes aprovecha y saca, del mismo
compartimento donde guarda las revistas, una toallita de mano co-
lor gris que envuelve el globo de una bombilla de cuarenta y cinco
watts, con el tubo de un bolígrafo fijo con cinta de aislar sobre el
hueco que produce la ausencia del vástago en el casquillo de alu-
minio. Retira la cinta y destapa el foco. Le introduce un granito
cristalino que yace en el fondo interior. Vuelve a instalar el tubito
con la cinta.
–Nunca hay que dejar que se te queme –advierte al pasar por
debajo del delgado vidrio la flama de un encendedor en efímeras
oleadas, sin que le llegue directo. La sustancia se vuelve una lágri-
ma sintética que expele niebla gris blancuzca con la que se satura
en silencio la pipa hechiza. Menea con delicadeza la mano que lo
sostiene, para expandir el escaso líquido en la superficie cóncava
y transparente, como aceite en un sartén, y dejar que ese humo se
escape sin más por una abertura que quedó entre los pliegues de la
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