Page 60 - Antologia_2017
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CUENTO

tridente en el que se lee La Cariñosa. Una vez adentro pedimos un
plato de bistec para cada uno, y antes de que lo sirvieran, sale apu-
rado por una puerta posterior, opuesta a la que usamos como entrada.
Tarda unos cuantos minutos en regresar, menos de lo que se dem­ o­
ran en traer los platos. No habíamos comido, traemos el hambre
a­tras­ ada y no pasan ni quince minutos entre que llega la comida a
la mesa y nos la terminamos.

    –Hace mucho que no te veía por acá, viejo loco –profiere una
mujer de facha castigada y ojos marchitos, al tiempo que se acerca
a la mesa y se dirige al chofer que no la reconoce a primera vista,
pero la mira con ganas de acordarse de que hace algún tiempo lu-
cía mucho más bella.

    –Quisiera recordar bien la vez que te fuiste conmigo para La
Yola.

    –Si me invitas de tu loquera hoy me voy contigo otra vez. Ya
sabes.

    El lugar me provoca desconfianza. Rebosa de una vibra retor-
cida. Le pido que me lleve a algún hotel y tal vez ahí sea un lugar
seguro para estacionar el tráiler. Salimos de La Cariñosa y no pue-
do decir que con buen sabor de boca. Ahora sólo quiero dormir.
Bigotes lleva colgada de un brazo una bolsa con varios botes de
cerveza y del otro, el brazo de su acompañante, de quien es proba-
ble ni siquiera recuerda su nombre.

    En pocos minutos llegamos a un hotel aislado entre los mato-
rrales que rodean la carretera. Gran Sol Auto-hotel, dice el muro
frontal. La entrada es un pasillo para coches entre dos bardas con
forma ondulada que impiden la visibilidad interna desde el exte-
rior. La salida es igual, pero del otro lado del muro. Cuando se de­
tiene el vehículo afuera del hotel me perfilo directo a la recepción,
pero es una ventanilla para atenderte en tu auto. Él me alcanza y
pregunta por el interfón si hay lugar confiable donde pueda que-
darse el tráiler. Sale un joven de la inescrutable recepción y con-
testa que puede caber bien en un espacio entre el muro frontal y la
carretera, que es amplio y está siendo captado por cámaras de vi-
gilancia todo el tiempo. Si ven algo sospechoso no dudará en avi-
sarnos. Entonces Bigotes acomoda la caja frente a las lentes y desp­ ega
el tractor, que entra a la perfección en el pasillo ondulado. Así es que

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