Page 61 - Antologia_2017
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GUSTAVO FRANCO

lo mete para sentirse más protegido. Yo me voy al cuarto doce y me
duermo. Él se queda en el camarote con la dama que lo acompaña.

    Despierto con el timbre del teléfono. Contesto y batallo para
entender lo que me decía el joven de la recepción. Me advierte que
vio por la pantalla a unos tipos que abrieron la puerta de la caja
seca y que ahí están ahora hurgando en la carga. Cuando al fin com-
prendo bien me lanzo de inmediato para afuera. Golpeo el vidrio
del tractor tan fuerte que rápido se abre la puerta y una niebla den-
sa sale del interior. Se exhibe la mujer desnuda con rostro de que
tampoco puede recordar su nombre. Bigotes se pone el pantalón y
baja preguntándome qué pasa. Le grito que hay unos malandros
abriendo la caja seca. De la puertita lateral saca una cadena pesada
y un bate que me presta para hacerles frente. Enfurecido rodea el
muro y lo sigo. Nos aproximamos y les gritamos maldiciones.
Pero retrocedemos pronto al notar que uno de ellos trae una pisto-
la en la mano y nos exige que nos metamos. Regresamos al res-
guardo de los muros y Bigotes les grita que solo son cajas vacías,
que no traen nada y que le va a hablar a la patrulla. Le pide al re-
cepcionista que marque a la policía para que venga y se los lleve.
Salimos y hay dos rejas de plástico tiradas en el suelo. La policía
nuca se aparece, aunque tampoco se robaron nada. El chofer me
dice que va a seguir en lo que estaba. Estoy asustado y tardo un
rato en retomar el sueño, pero al fin lo logro.

La mañana se me está yendo entre las cortinas que oscurecen la
habitación. Las abro y el sol se mete a llenar el interior. Miro el
reloj y me sorprendo lo tarde que es. Ya tendríamos que haber sa-
lido. Me meto a la ducha de inmediato y pronto estoy listo y af­uer­a
en busca de Bigotes, que ya regresa de darle un aventón a su ami-
ga y veo que está montándole la caja a la quinta rueda. La conecta.
La asegura. Nos subimos y nos vamos. Otra vez en marcha hacia
los invernaderos. Al llegar ya hay cinco termos en la fila. Nos es-
tacionamos y toma otra vez su foco. Lo calienta para ver si le pue-
de sacar algo, pero sale ya muy poco humo. Para ver si se apena le
comento que no fume eso aquí porque alguien lo iba a oler. Me
aclara con antipatía que no le importa y no necesita saber la opi-
nión que tengan los demás. Limpia al bulbo con su trapito y otra

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