Page 63 - Antologia_2017
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GUSTAVO FRANCO

su salida. Las manos se le paralizan, como casi todo su cuerpo.
Algún oculto remordimiento lo hace implorar perdón, sus ojos se
quiebran entre lágrimas. Mi reacción es temerosa. No tengo idea de
qué hacer para ayudarlo, y escucho el claxon de alguien que quier­e
salir de la gasolinera. El chofer de un thorton espera que se muev­ a,
pero Bigotes está perdido. Salgo del tráiler y le pido ayuda. Cuan-
do lo ve imagina qué le pasa.

    –Anda bien calandraco –me dice–, le pegó duro la malilla.
Cómprale un litro de leche y que se lo tome completo para que se
aliviane –acomoda el tráiler y se va.

    Hay una tienda junto a la gasolinera. Se lo compro. Lo abro y
se lo doy. Lo bebe con gran ansiedad. Se empina la caja de cartón,
empapa sus bigotes y los remoja con el níveo encanto de la leche.
La ingiere y se le desliza como hilos por su cuello y sus mejillas,
se mete en sus fosas nasales como una fresca caricia que le remoza
el aire. Largos tragos de líquido materno lo confortan, se derraman
en su ser y le dan consuelo. Lavan los recuerdos, vuelve la sonrisa,
se le revierten los rasguños del espíritu, entre sorbos de bebida
nutritiva que le regresa la cordura, la voluntad y el placer vital.
Para que pueda llegar a casa, una vez más, como un rey.

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