Page 62 - Antologia_2017
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CUENTO
vez lo guarda. Saca una revista y una pluma para resolver sus cru-
cigramas. Hemos pasado como dos horas en silencio, hasta que
llega el ingeniero y nos pide que nos perfilemos en las calles fren-
te a las puertas de los invernaderos, para ir moviendo el camión y
descargar una tarima por cada caseta. Bigotes acepta de mala gana
y reniega cada vez que le piden que se mueva a la siguiente esta-
ción donde un grupo de cuatro chavos descargan las rejas de corte
para las próximas cosechas. Veintidós son las tarimas que vienen
en la caja seca, y veintidós veces reniega. Prende el motor, llena
los tanques del aire y lo coloca unos metros más adelante. La cau-
sa de su enojo: dice que le molesta que lo interrumpan cuando res
ponde uno de los crucigramas, en los que se enreda para resolv erlos,
pero no es capaz de terminarlos.
Descargan la última tarima y nos retiramos inmediatamente
después de que me firman el recibo de las rejas. Lo debo entregar
en la fábrica al regresar. Le pido a Bigotes que me acerque a algún
lugar dónde pueda encontrar un autobús para regresar a mi hogar,
pero se niega. Me dice, con agria actitud, que él ya quiere llegar a
Aguascalientes y no se va a detener. Está muy alterado y repite
algo entre dientes sin parar. No descifro lo que dice, más percibo
la preocupación que demuestra en su mirada doblegada.
–Acércame a la Central, por favor.
–Te sale más barato irte de Aguascalientes y yo ya quiero lle-
gar para descubrir quién está con mi mujer cuando no estoy. No
me voy a parar –no deja de cuchichear improperios. Sus ojeras se
acentuaron y la piel y los labios están partidos de resequedad. Tra-
to de dormir en el camarote, pero los murmullos no paran. Hasta
que, en algún punto del trayecto, un enjambre de odonatos atravie-
sa la carretera y estrellan su existencia de forma involuntaria en el
parabrisas, el cofre y la parrilla. Uno enorme queda embarrado al
centro del vidrio, en el destino exacto de la mirada del conductor.
Sobre la superficie transparente se dibuja una perfecta figura ala-
da, aplanada por el impacto, y él la observa y yo noto una chispa
extraña que enciende sus ojos perdidos que parecen naufragar en-
tre recuerdos. Aterrorizado, suelta los gemidos de un amargo y
doloroso llanto. Papá, papá, repite sin cesar.
Se estaciona como puede, frente a una gasolinera, bloqueando
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