Page 123 - Antologia FONCA 2017_sp
P. 123

Úrsula Fuentesberain

                     Tejido cicatrizal

Escribo alrededor de estas heridas.
    En espiral.
    Sobre la carne que intenta cicatrizar.

En este sueño tengo ocho años otra vez y estoy de vuelta en la
Ciudad de México, en el hospital donde se escenifican todas mis
pesadillas.

    Un niño más pequeño que yo grita de dolor: sus brazos ata­
dos a la cama, sus piernas acorazadas por dos estructuras cilín­
dricas de metal. Treinta y dos clavos entran y salen de su carne.
Cada clavo tiene una llave.

    Tutor: así le llama Ilizarov a este tejido de fierros que, más
que un aparato médico, parece una máquina de tortura.

    La sala está llena de niños con tutores en piernas y brazos.
Todos siguen bajo el efecto de la anestesia y lloran quedito. A mi
lado hay una niña que dice ya ya ya ya una y otra vez. Veo la pus
que supura de sus heridas y entiendo lo que pide. Yo quiero eso
mismo: que me saquen estos clavos, que tapen los hoyos que le
hicieron a mi pierna, que este armatoste deje de estirarme el
hueso.

    Ilizarov está detrás de una cortina con su séquito de enferme­
ras y pasantes, puedo oler su cigarro, escucho las sílabas ululan­
tes de su idioma y los repiqueteos de sus instrumentos.

    ¡Me arde la pierna!, le grito a su sombra. La cortina no se
mueve, pero las sombras interrumpen su trabajo y una de ellas
se dirige hacia mí. No es la voz de Ilizarov la que escucho sino la

                                              124
   118   119   120   121   122   123   124   125   126   127   128