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ALEJANDRO GARCÍA

do y verla partir, iniciar el viaje de eso, materia íntima, preciosa,
de textura sagrada sólo porque estuvo dentro del cuerpo nuestro,
esos restos que dicen quiénes somos y qué comemos y cómo vivi-
mos en esta otra mierda de ciudad y todo es una mierda y que la
gente se muera es una mierda y tener sexo y oler a sexo todo el
día y querer tener más sexo y más y gritar y romper y volver a co-
ger un cuerpo tenso que también expulsa mierda todos los días se
vuelve la mayor mierda, la gran cagada y estás listo para volver a
comer, porque alimentarse es importante, lo piensas todos los
días, los nutrientes de moda, las vitaminas que nunca son sufi-
cientes, los jodidos minerales y además tienes que pensar en tus
electrolitos y en fortalecer tu sistema inmune y acelerar tu bio-
rritmo y el metabolismo y no importa que le des en la madre a tu
tiroides y todo el puto sistema circadiano, no importa, seguir vivo
es lo más importante, y entonces pienso en los fluidos de vida, el
semen y sus placeres, la viscosidad del flujo vaginal, ¿por qué no
tiene un nombre más bello?, ese líquido tan bonito al tacto, con-
servador de espermas ávidos de óvulos para generar la vida que
un día terminará en muerte, igual que todos, él también, hoy, en-
terarse de eso hoy, este instante asqueroso y pulcro, este instante
que se aleja de una sensibilidad atrapada en el tiempo de la pérdi-
da, de la poca compasión, residuo de una máquina sentimental des-
lumbrante llamada ser humano, somos humanos, ¿qué nos hace
humanos?, seguro el academista dará con el complejo sistema de
nervios e ideas que interpretan un mundo de mierda en que viven
los seres humanos (tautología) tratando de darle sentido a la exis-
tencia en el mundo, y qué es el mundo sino un sistema adaptado a
la realidad que sólo se ha dedicado a aniquilar el alma que vive en
estos tiempos grises, tiempos destinados a llevarnos a la orilla del
abismo y por fin saltar al vacío, con los ojos bien abiertos para ver
el momento en que nuestro cráneo llegue al suelo de piedra y se
funda con el centro del planeta justo después de explotar, de rom-
perse todo, de hacer volar en el aire viciado del fondo del abismo
todos los fragmentos óseos para dejar salir lo blando del cerebro,
papilla revuelta con tierra y sangre, cuánta sangre, justo después
del grito aterrador de cuerdas vocales desgarradas ante la inmi-
nencia de la muerte, hilos rotos que sueltan el eco de la desgracia

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