Page 138 - Antologia FONCA 2017_sp

ALEJANDRO GARCÍA

música a todo volumen, un libro de Shakespeare, siempre Shakes-
peare, el papel higiénico desperdigado por el piso, mira por la
ventana, respira, no cedas, termina. Blanco sobre blanco. Una
frase. Quisieras silencio, pero lo que se escucha atrás de la músi-
ca, atrás de sus gemidos y de tu desesperación, es un zumbido
agudo que penetra en tu cuerpo hasta que los huesos vibran y el
dolor te hace apretar las mandíbulas. Dejas de respirar. El instante
termina y la realidad te aplasta, Marcos, te aplasta y yo soy Mar-
cos, soy el aplastado. Soy el detritus de todos mis pensamientos.

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Tengo la imagen del reloj dando las 11:47 de la mañana; un cua-
dro muy nítido en medio de un domingo más bien desenfocado.
La luz que recuerdo es de primavera. El sitio iluminado es el de-
partamento que me rentaba un amigo en la colonia Portales de la
Ciudad de México. En realidad yo no pagaba renta; Tomasz y yo
teníamos un acuerdo que resultaba muy benéfico para mí. No sé
por qué él me ayudaba tanto, y lo sé, lo sé, pero siempre he prefe-
rido pensar que no entiendo a las personas. A veces pienso que
Tomasz, mi amigo polaco, fue el único que llegó a conocerme
bien. La última mujer que entró ahí fue Sonia. Esa mañana está-
bamos fornicando con tantas ganas que los vecinos de abajo gol-
peaban nuestro piso con palos de escoba.

–Dime sir John –le dije, y me derrumbé en la cama. Más
precisamente, en el borde de una litera de fierro destinada a la
basura. Estaba exhausto. Ella me montó mientras yo trataba de
recuperar el aire. Me quedé dormido.

Tengo que admitir que entonces (y ahora también, no hay que ser
pudorosos) roncaba con una sonoridad excesiva. Parecía, me con-
taba Sonia entre risas, que el oxígeno del cuarto, trémulo aire vi-
ciado, quisiera escapar de la succión colosal de una bestia que no
muere asfixiada por su propia grasa sólo de milagro.

Entonces tenía un sobrepeso mórbido que contrastaba con la
cintura esbelta de Sonia. Nunca entendí bien a bien cómo nos hi-
cimos pareja, cómo ella se enamoró de mí de ese modo tan sutil y

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