Page 149 - Antologia FONCA 2017_sp
P. 149

NOVELA

vantes, ejercer crítica social y lucir una escritura a medias formal.
Sería convertirme por fin en un periodista útil. Necesario.

    Apenas escuché la promesa, quise acelerar el tiempo para lle-
gar al Missouri, abrir la sesión con esa bomba para por fin reducir
los chistes, eliminar las risas y quitarme las palmadas condescen-
dientes sobre el hombro. Con esto podría aventarle los reflectores
a alguien más y recibir críticas serias a mis textos. Así que miré
al cielo, encendí el cigarro, y me acoplé al no-ritmo impuesto por
los pasos y el rechinar de las llantas de los carros. Luego de unos
metros, justo al doblar la esquina sobre la calle Tercera, sentí un
jalón de la manga del saco. Crucé miradas con un niño de sem-
blante cansino y las mantuvimos durante varios segundos. Yo con
la misma sonrisa, más idiota que intimidante, y él, ausente. Inte-
rrumpió el duelo y me entregó un papel. Antes de abrirlo lo vi
arrancar corriendo, me quité los lentes y seguí su zigzaguear entre
la gente. Todavía el chavo dentro de mi campo de visión, me acari-
cié la barba, y alcancé a dar un par de caladas más al cigarro antes
de que lo apagaran las primeras gotas de lluvia. Desdoblé el papel.
El agua comenzó a deformar las letras escritas con tinta roja:

                Cafetería Nevada – calle Quinta
                                  6:37 p. m.

Eran las seis veinte. A mi alrededor, la gente huía de la lluvia;
los meseros recogían las sillas y mesas de aluminio de la ban-
queta; y los puesteros se lamentaban y cubrían con bolsas de
plástico sus chicles, cajetillas de cigarros y sacos de cacahuates,
pero sin perder su lugar debajo de sus impermeables desteñidos.
Si enfilé a la cafetería fue primero por la idea de una posible
nota exclusiva, quizás el pitazo de algún escándalo de la tele­
visora local; por lo general nuevos amantes con nombres popu-
lares, pero también porque algunos pasamos los días buscando
las anécdotas que nunca experimentamos para luego no hacer el
ridículo a la hora de escribir historias. O quizá por mero aburri-
miento. No sé. Para entretenerme, en el camino traté de recordar
si alguno de los personajes con quienes pasé aquel miércoles
podía ser quien me esperara en “el Nevada”.

150
   144   145   146   147   148   149   150   151   152   153   154