Page 153 - Antologia FONCA 2017_sp
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NOVELA
va hasta su rostro. Si bien lo que lleva en la mano no entra a cua-
dro, porque el hombre al centro de la imagen quedó delimitado en
un plano medio, sé que carga una bolsa de plástico negra con li-
bros adentro: si no mal recuerdo es un diccionario de italiano, la
novela Caídos del cielo, de Ray Loriga y el libro de cuentos Cali
calabozo, de Andrés Caicedo. Lo primero que pensé fue que sigo
sin usar el diccionario y nunca terminé el segundo trimestre en la
escuela de idiomas. Solté una carcajada. Las personas dentro de
la cafetería no escucharon nada.
En la colisión entre la promesa de la publicación de mi texto en el
periódico y el desconcierto que generó la propuesta del hombreci-
to a quien por fines prácticos me propuse llamar el Contratante,
ganó la última, así que olvidé la buena noticia laboral y esa noche
la reunión entre las paredes de azulejo blanco del Missouri discu-
rrió como de costumbre: lectura de textos, chismorreo, risas y
mis palmadas sobre el hombro.
Concha leyó algunos poemas sobre la veleidad; luego, Ramón
trató de leer dos páginas de un cuento y, si nunca comenzó, fue
porque dedicó el tiempo a atorarse no sé cuántos tacos de hígado
y a dar explicaciones o bien, justificar la estructura del relato –o
la falta de la misma– y la necesidad de la escritura espontánea;
siguieron Rocío y Cicerón, los sociólogos, que nunca abrieron sus
carpetas y se limitaron a opinar, siempre con posturas idénticas,
sobre ya no recuerdo cuántos temas que dijeron eran imperativos
en cualquier tertulia; de mí no esperaban ya nada, aunque me re-
cordaron una serie de relatos atorados –incompletos–, un puñado
de historias irresolubles sobre la vida empresarial, detonadas por
rumores y anécdotas de terceros, relatos vueltos thrillers y cen-
trados casi todos en la vida de un detective privado de naciona
lidad colombiana, que vive de los casos de engaños ejecutivos y
líos de faldas de los industriales, pero cuya función literaria es
actuar como un ojo, o bien, el ojo vigilante de la ciudad. Dijeron
que debía terminarlos y ya no fijarme tanto en las palabras (no di-
jeron lenguaje, sino palabras), y enfocarme mejor en las historias
y en la psicología de los personajes. Como el viernes anterior, me
limité a decirles: Ahí van, saliendo.
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