Page 41 - Antologia_2017
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DANIEL MOSQUEDA

aleja, seguimos sin poder despedirnos, dando vueltas sobre el
tema, le doy un par de palmadas en el hombro, parece perpleja y a
la vez querer acercarse, acaricio su mano, ella deja caer su cabeza
sobre mi pecho y se desliza hasta mi regazo, continúo acariciando
su mano mientras le paso el brazo sobre el hombro, después le
acaricio el cabello, me acerco a ella; la conversación se convierte
en murmullos, las palabras que han perdido su lugar ante el tono
con el que son pronunciadas, el discurso lingüístico que cede ante
el emocional, le beso la mejilla, recargo mi cabeza en la suya, cada
intento, cada nuevo movimiento se hace con cuidado, con precau-
ción, lentamente, no quiero incomodarla, doy tiempo a que me
rechace, a que se libere, pero parece no querer hacerlo. Cuando se
levanta volvemos a fundirnos en un abrazo, las cabezas unidas
mientras nos alejamos, mis labios pasan cerca de su lóbulo, los
suyos cerca del mío, dejamos reposar la frente en la del otro, los ojos
hurgando en las pupilas. Sonrío, ella sonríe, su mirada triste resal-
ta la sonrisa, el brillo de sus ojos cambia, acerco mis labios a los
suyos y ella gira ofreciéndome la mejilla, después regresa y busca
mis labios, nos besamos, una vez, corta, amable, confortablemen-
te, casi sabe a una relación de años, a comprensión, a amor. Dos
veces, exploramos más nuestros labios, la humedad, la presión, la
suavidad, su capacidad para amortiguar los besos. Tres, siento su
boca apenas abierta, un aroma dulce sale de ella, la abertura es
suficiente para sentirme querido, una mordida tímida en mi labio
inferior me hace sonreír, parece inquieta, inexperta, aumentan los
latidos de su corazón, su frecuencia, abro los ojos, la miro, ella
mantiene los suyos cerrados, mantiene la boca entreabierta, la ex-
presión de entrega, de mostrarse vulnerable ante el otro. Vuelvo a
besarla, los besos cada vez más largos, nuestras manos que co-
mienzan a explorar el cuerpo del otro, la espalda, los hombros, los
brazos, un roce con la piel de sus piernas, con su pecho, me hacen
sentir que pierdo el control, que debo contenerme, debo esperar,
debo saber lo que ocurre con nosotros, mi mano sobre su mano, su
man­ o sobre mi pierna, acaricio su piel, noto la diferencia, en aquel
mom­ ento siento estar en el lugar correcto, no desear ser otra per-
sona, que estoy con quien quisiera estar, que aquellos son los me-
jores besos, que eso debe ser lo más cercano que he estado al amor,

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