Page 73 - Antologia_2017
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ANDREA CHAPELA

sar que esos peluches gigantes tienen vida propia y que las perso-
nas adentro ya se murieron de calor y la piel pachoncita absorbió
los cadáveres.

    Estoy por llegar a Gante cuando me los encuentro de nuevo.
Salen de una bocacalle. El Mario está más borracho, se apoya en
Cri Cri para caminar mientras Mickey los sigue llevando una ca-
guama. Miro sobre mi hombro para buscar a los que vi antes, pero
la calle está vacía. ¿Es un error, una repetición, una imagen en
loop o es real? Uno de los problemas de tener un error de trasfe-
rencia en la Ciudad de México es que nunca puedes estar segura.
Una amiga me dijo una vez que en otros lugares es más fácil dis-
tinguir las alteraciones, pero aquí, rodeados de cruces lógicos y
pequeños sinsentidos típicos a causa de recortes en el presupuesto
(real o virtual), es difícil estar seguro.

    Cuando doy la vuelta en Gante los reconozco a lo lejos, del
otro lado de la calle. No están solos, Carlos está allí también. Es
fácil distinguirlo porque este glitch es casi el calco de un recuerdo.
Mario toma a Mickey del brazo y comienza a dar vueltas hasta que
el ratón cae al suelo, pero esto no interrumpe la conversación de
Cri Cri y Carlos. Es una imagen idéntica a otra, de hace muchos
años, cuando Carlos, cansado de mi desagrado, me apostó que po-
día pasar diez minutos hablando con la siguiente botarga que vié-
ramos para comprobarme que todo estaba bien. En República de
Venezuela nos encontramos con un Cri Cri y Carlos se detuvo a
hablarle. Seguí de largo incapaz de detener la risa y los observé
desde la esquina, roja de vergüenza. No sé qué esperaba compro-
barme, mis sentimientos no se modificaron a pesar de que me ac-
tuó la conversación entera, pero él era así, siempre intentaba que
cambiara de opinión. Creía que podía ser menos supersticiosa, más
práctica, y eso me hacía sentir que tenía potencial, que él creía en
mí. Ahora ya no estoy tan segura.

    Puedo ver la puerta de la heladería cuando se suelta el aguace-
ro. Al caer las primeras gotas, se alza un olor dulzón por toda la
calle. En vez de correr a refugiarme, saco la lengua para probar.
No es la mejor idea, con la lluvia ácida el sabor sí es dulce, pero
rancio, como un dulce demasiado dulce y demasiado viejo. Se me
revuelve el estómago.

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