Page 75 - Antologia_2017
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ANDREA CHAPELA

rumor de su voz, y a pesar de que ahora me parece pedante, el eco
me entristece.

    Era obvio que después de cuatro años y medio de convivencia
quedarían residuos de él, pero nunca esperé encontrar tantas ma-
neras de extrañarlo. No necesito errores para que mi mente conju-
re su voz o sus pisadas por el cuarto. A veces es sábado por la tarde
y le hablo en voz alta esperando una respuesta y el departamento
se llena de un silencio tan pesado que me ahoga. Estos primeros
meses extrañé platicarle mi día al llegar, pasear los domingos por
la ciudad, pelear con él por el lavatrastes que nunca arreglaba bien,
darme la vuelta por la noche y encontrarlo allí. Sobre todo extraño
la certeza que sentía a su alrededor, creernos cercanos, pensar que
lo conocía, que lo entendía. Hace dos meses, en una tarde lluviosa,
tomé uno de los archivos de prueba que se le habían olvidado y bajé
uno de esos filtros de corta duración. Me senté en el balcón bajo la
lluvia, quería sentir lo que él me había descrito tantas veces. Busqué
los volcanes en el horizonte, pero aunque estuve allí hasta que el
filtro se disolvió, no fui capaz de verlos.

    Voy a la mitad del helado cuando deja de llover y salgo para
comerlo rumbo a Bellas Artes. Al cruzar la puerta, el sabor del hela-
do cambia. Tomo una cucharada. Un segundo saboreo el higo y al
siguiente sabe a sopa de verduras. Caliente y con gusto a pollo. Me
detiene en seco. Tomo otra cucharada sólo para asegurarme. Sí,
caldo de pollo con verduras. Qué asco. Busco un basurero, pero no
hay ninguno en toda la calle. Finalmente entro en una taquería
para deshacerme del vasito.

    Al llegar a Eje Central me detengo. Bellas Artes está intacta,
nada de luces, nada de colores. El semáforo cambia y cruzo la ca-
lle. Antes de llegar al otro lado un coletazo pasa debajo de mis
pies. La calle se remueve, como si una serpiente hubiera pasado, y
se queda vibrando. Lanzo un grito y me detengo, pero nadie más
parece haberlo sentido. Cuando me tambaleo por la vibración res-
tante una mujer me toma del codo y me detiene. No me pregunta
si estoy bien, debe ver mi error en el estado de mi perfil. Me ayuda
a cruzar la calle y me dice que tenga cuidado. Todavía tengo vibra-
ciones en el estómago y mejor me siento en una de las jardineras a
mirar el palacio.

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