Page 84 - Antologia_2017
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CUENTO

gusto que yo viva aquí. Soy un hombre que vive solo, sin esposa,
sin hijos. Me visto aún como un ranchero, llevo mis camisas a cua-
dros bien fajadas con el cinto y uso sombrero. Tengo, y esa es una
de mis debilidades, una colección envidiable de botas. Mis vecinos
me miran como si descubrieran a un vejete nostálgico, ya sin tierras
que sembrar y sin trabajo duro por la mañana. Mis manos, lo saben,
comienzan a suavizarse. Aún los años no han pintado mi cabello
de blanco, no por entero, y ya me miran como a la carne reblande-
cida, como a los perros viejos. Tal vez deba darles la razón. Nada
de eso me importa ya, ni los ranchos, ni las reses, nada. Nadie que-
ría tocar el asunto de Pueblo. Nadie quiere hacerlo. No necesitan
recordar lo que ellos mismos vieron y supieron de primera mano.
Muchos amigos de Pueblo aún viven en Amarillo. No todos se que-
daron sin nada. Está el fideicomiso, la ayuda del Estado, hasta la
federal. Nos han mantenido, es el precio para callarnos la boca. De
alguna manera eso nos mantiene tranquilos, casi contentos.

    Quiero abrir una tienda, una boutique de carnes, aunque el
nombre me cague y me haga sentir como una puta con clase. No
sé muy bien cómo hacerlo, así que me he puesto a investigar. He
rondado algunas poblaciones de por aquí. Y al agotarlas todas, he
tomado el camino más duro: visitar a mi futura competencia. Me
ha hecho bien, he puesto algunos insultos bien acomodados en el
cuerpo del carnicero fantoche que pone en su carnicería el letrero
de “boutique de carnes”. Es infame. Yo también quiero hacerlo.
Tiene razón, quien lo piense, estoy reblandecido. Es infame.

    He colgado los dedos pulgares en los bolsillos de mi pantalón,
y me he parado recto para hablar con el dueño. Le he dicho lo in-
útil que es, lo insultante que me resulta su presencia, sus ambicio-
nes, y después me he reído en su cara, diciéndole que yo soy igual,
que soy uno de ellos. Que yo también tengo miedo. El dueño rio
conmigo. Pensé haberle dado un buen gancho y él me soltó un jab
directo en la mandíbula. No estaba preparado: “Tienes razón, tú
eres uno como yo. Hemos visto el resplandor de Pueblo… y ahora
lo volveremos a ver aquí… así que no te apures, yo te doy unos
consejos para tu boutique”.

    ¿Qué pasó en Pueblo? Me pregunto si los amarillenses real-
mente lo saben y han decidido callarse, o si nadie lo entiende y han

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