Page 85 - Antologia_2017
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GERARDO LIMA MOLINA

preferido no hacer preguntas. Cualquiera de las dos respuestas me
parece razonable. Ha de haber alguno que sí sepa. En Tierra Gran-
de, así como en cualquier otra región del país, o allá incluso, en el
norte de grandes bosques y extensos desiertos, pululan las histo-
rias como hormigas enojadas por un grupo de termitas. Nosotros
somos las termitas, parecemos fuertes y grandes, pero ante las hor-
migas no hay nada qué hacer. Ganan por número, por organiza-
ción, por su inmanente presencia.

    Pregúntenle a cualquiera, y ese cualquiera contestará. “Sí, he
visto una o dos cosas”. Aquí en Tierra Grande somos como camio-
neros, tenemos nuestros secretos, y estamos gustosos de contárse-
los a cualquier curioso que nos invite una cerveza. Pensar en
Pueblo invita a pensar en el alcohol. Uno quisiera emborracharse
y no saber ya nada de las cosas que han pasado. No sirve de nada,
eso también es cierto. ¿Quién lo sabe? ¿Por qué el gobierno des-
alojó la zona? ¿Por qué no pudieron extinguir el incendio de Pue-
blo, y por qué parte de la Sierra ardió también? Dicen que el
resplandor se veía desde algunos puntos de la Sierra Madre, no
desde nuestra cadenita de montañas. Nuestra cadenita no lo vio, lo
sufrió en su tierra, en sus árboles y plantas, y también en sus bes-
tias. Pueblo entero ardió. El gobierno actuó pronto, cosa extraña.
Nos salvamos muchos. Las lagunillas ardieron también, no sé
cómo. Alguien en algún periodiquillo de mierda dijo que esto se
parecía al nacimiento de un volcán, como el Paricutín en Michoa-
cán. Es una pendejada, y cualquier puebleño lo sabe. Aquí no hubo
volcanes, aquí algo nos incendió, y las llamas vinieron desde arri-
ba, desde los cielos.

    Nos han llamado estúpidos. Los mismos amarillenses han di-
cho en ocasiones que Pueblo no debió haberse asentado en esta
zona. Que si en la región amarillense ya hay demasiados secretos,
en la de Pueblo lo que había eran alimañas. Y esas alimañas –ellos
temen (nosotros igual)– todavía andan sueltas. Las trajimos a la
luz, con nuestros rezos, con nuestras tradiciones. Rezamos a las
vírgenes equivocadas, y profanamos una zona protegida, especial,
quizá sagrada, para cosas-más-viejas-que-nosotros. Dicen que
aquí había muchos ciervos. Pero no eran ciervos normales. Eran
ciervos que venían de mucho atrás, cuando el hombre no era ni

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