Page 86 - Antologia_2017
P. 86

CUENTO

una reminiscencia en la estúpida imaginación del primer homíni-
do. Los ciervos llegaron antes, nosotros invadimos la zona, y eso
que éramos viejos, aunque esta tierra fuera habitada por nuestros
ancestros mucho antes de lo que comúnmente se piensa.

    No sé cuándo se fundó Pueblo; sí sé, en cambio, por qué. Cuan-
do los italianos hicieron su pacto con los gringos, una buena parte de
los grandeterreños salieron con la cola cubriéndoles los huevos. En
Pueblo no hay menonitas, no hay amish, no hay puritanos ni gente
de la Iglesia del Hombre Verde. Tampoco hay italianos ni alem­ anes.
El desierto, el nuestro, no albergó a quienes no fueran mexic­ anos.
Llegaron, sí, coahuilenses, veracruzanos, chihuahuenses, hasta si-
naloenses. Claro, también los tamaulipecos. No sé si la idea de los
italianos era convertir a la región, la de Amarillo, con sus tres po-
blaciones, protegiéndose entre sí, en una Nueva Italia. Sé, todos
saben, que desde que llegaron a la región, a finales de 1600, o prin-
cipios del 700, practicaron una religión herética. Su religión no
gustaba en ninguna parte. Los expulsaron de su tierra y nosotros los
recibimos. Y sus historias se esparcieron por todos lados.

    No soy experto en religiones, ni tampoco creo en Padres o Ma-
dres Celestiales, pero su religión no se alejaba demasiado del cris-
tianismo. Me atrevo a decir que el puritanismo y todas las sectas
que pulularon en Estados Unidos son más extrañas que la de los
fundadores italianos. Con el tiempo se mezclaron varias creencias,
y ahora pervive el culto amarillense, principalmente un culto cris-
tiano, católico, salpicado aquí y allá con folclore y cuentos de
abuelitas aburridas.

    Debajo había algo más. No sé si algo de esa “herejía-dentro-
de-la-herejía” viva aún. El último reducto lo tuvieron en La Anti-
gua. Lo dicho, han corrido historias. Fueron esos creyentes los que
se tomaban las cosas muy en serio, los que percibían el culto ver-
dadero tras las procesiones y las veneraciones a los dioses enrama-
dos (y según me han dicho, aquello que se oculta tras el culto al
Niño Amarillo y al Dios Arbolado), quienes expulsaron a casi to-
dos los mexicanos de la zona. Muchas de estas familias vinieron a
parar a Pueblo y a sus alrededores. Desde el occidente de Tierra
Grande escuchamos de su culto, de la parte menos cristiana de él,
y de cómo había sobrevivido dentro de los muros de La Antigua,

86
   81   82   83   84   85   86   87   88   89   90   91