Page 30 - Antologia FONCA 2017_sp
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DAHLIA DE LA CERDA

    El Charro Negro me dijo algo bien cagado, me dijo que burlé a
la muerte y logré regresar. O sea que esos culeros no lograron
matarme, me dejaron agonizante y este güey con algún tipo de
brujería extraña logró atrapar mi último aliento y detenerlo y ha-
cerlo eterno. Yo pienso que la materia no se crea ni se destruye
sólo se trasforma. ¿De qué te ríes?, me veo pendeja, pero acabé la
secundaria, pinche. La cosa es que el Charro Negro me dijo que
mi cuerpo había desarrollado la capacidad de curarse a sí mismo,
pero que para lograrlo era necesario consumir sangre, no de hu-
mano porque con esa se cruzan los cables y te salen ronchas, pero
de animal que le daba vuelo a la capacidad regeneradora de nues-
tros cuerpos y cualquier herida, primero se iba descomponer para
luego resurgir triunfante bailando cumbia de las cenizas. Perrón.

    También me habló de la visión un poco más chingona, el olfato
y el oído más al pedo y la fuerza sobrenatural. Esto debe ser un
alucín, pensé. Pero no, neta no. Quizá por el sufrimiento me con-
virtió en mártir, y ahora Dios se estaba poniendo al corriente y me
había dado súperpowers, o quizás es que la vida me andaba dando
la oportunidad de cobrármelas. Y bueno, como Dios no les da alas
a los alacranes, nos dio un perro defecto: el sol. Una pinche alergia
bien cabrona al sol. Entonces había que actuar de noche.

    Para no hacerte el cuento largo, el Charro Negro me pasó el
chisme de todo lo que había que saber de los no-muertos, la mu­
tación de sobrevivir al sufrimiento. Me dijo que si la sangre de
cuervo es amarga, que si para entrar a algún lugar nos tienen que
invitar: ya luego me vieras en las tiendas de ropa de Juaritos pre-
guntando a las morras, ¿oye puedo pasar? Y con lo mamonas que
son algunas, nomás me respondían sí y no, y yo necesitaba que me
dijeran: puedes pasar, o te invito a pasar. Fue una batalladera, pero
la conseguí, mi blusa de los Tigres del Norte, una igualita a la que
traía el día que esos hijos de la chingada se pasaron de lanza.

    No sé cómo vergas le hice pero usé mis artimañas femeninas
para convencer al Charrito paʼque me ayudara a vengarme. La ver-
dad es que tampoco me costó mucho trabajo, ¿te dije que el morro
tenía un hobbie entre tierno y aterrador? Le gustaba recolectar los
huesos de las mujeres asesinadas y los acercaba a lugares donde
pudieran ser encontrados con facilidad. Le pregunté por qué con

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