Page 33 - Antologia FONCA 2017_sp
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CUENTO

    –Un poco de viento nunca nos ha detenido.
    Los árboles del bosque abrían sus ramas vacías al cielo, dejan-
do pasar a ratos entre ellas un silbante viento. Albert se cuidaba a
cada momento de que su sombrero estuviese bien puesto sobre su
cabeza, para evitar que le fuera a pasar lo que al doctor Garnier,
quien luego de correr tuvo que rescatar su sombrero de entre un
montón de hojas secas.
    –No sabía que jugaríamos –dijo madame Thiers reprimiendo
una sonrisa para darle mayor realce a su chascarrillo. Aquel era el
humor del que Albert había escuchado hablar, el que seducía tan-
to como el aspecto mismo de la señora.
    Albert procuró hacerse un parroquiano de la casa Thiers, por-
que sabía que en ella eran bien recibidos algunos ministros y gen-
te que en el gobierno se le prestaban oídos. Una tarjeta de los
Thiers podría abrirle muchas puertas. Sin ir más lejos, ahí le fue
posible llegar al Quai d’Orsay, con lo que sus ambiciones –y las
de su padre– ya se veían hechas.
    El joven podía prescindir, luego de haber conseguido entablar
tratos con el ministro de Asuntos Exteriores, de las visitas a casa
de los Thiers, pero disfrutaba mucho la compañía del matrimo-
nio, amén que juzgaba que esa oportunidad alcanzada no podría
ser la única que podría ayudar a su futuro. “Algo más se podrá
conseguir”, le dijo a su padre cuando le comunicó sus intencio-
nes de seguir frecuentando aquella casa. El padre, que hizo ca-
rrera en tiempos del Segundo Imperio, no pudo estar más de
acuerdo.
    Albert tomaba, además, su trato en casa de los Thiers como
parte de su formación. Aprendía cuanto le era posible el modo de
comportarse en los salones. Algo que por otra parte había visto
de lejos en su propia casa, pero que con los Thiers planeaba fue-
ra del nido, lo experimentaba por sí mismo, sin la complacencia
de su madre que hubiera suavizado y hasta disculpado cualquier
torpeza. Ahora volaba por su cuenta, o intentaba hacerlo.
    La caminata por el bosque era la última que tendrían aquel
año. Algunos de los asiduos, como el doctor Garnier, saldrían de
París. Los mismos Thiers habían decidido de último momento
pasar las fiestas fuera.

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