Page 36 - Antologia FONCA 2017_sp

NOEL CISNEROS

Pasaron frente a unas chozas con paja encima y en medio de
las cuales había un ruedo de piedras que resguardaba un poco
de cenizas.

–Son nubios o senegaleses, no ha mucho los han traído –le ex-
plicó el señor Thiers a su esposa. Ella asintió, lanzó una mirada
rápida y siguió caminando.

Albert, que caminaba un paso detrás de ella, se dio cuenta que
unos ojos desde la puerta de una de las chozas lo observaban.
Distinguió un hombre con los brazos cruzados, temblaba. Ante la
mirada fija no pudo evitar sentir vergüenza.

–¿Qué hace usted? ¿Piensa quedarse todo el día ahí parado?
–lo cuestionó madame Thiers. Dejó de ver la choza y al que lo
miraba. Siguió caminando, aunque antes de alcanzar al grupo
volvió la vista y ahí seguía aquella mirada, fija en él.

Luego de la caminata al viento, como la llamó madame Thiers,
fueron a la casa de ella. Ahí los esperaba la mesa puesta. Abrió
una crema de alcachofas, luego sirvieron unos espárragos a la
mantequilla. Albert, mientras comía, no dejaba de ver a madame
Thiers, asentía a las palabras del señor de la casa y prestaba poca
atención al resto de los comensales. Para cuando le sirvieron el
entrecot a la pimienta estaba saciado, mas terminó la carne fren-
te a él.

Al terminar, madame los invitó a un salón contiguo donde les
esperaba una humeante tetera al lado de la jarra de café en la mesi-
ta central, junto a la cual en una fuente había pastelillos, adorna-
dos con flores de betún y tartas de frutos rojos. Albert no tenía
apetito alguno, se guardó de tomar ninguna de aquellas golosinas.

–Ha estado muy callado, venga, siéntese junto a mí y cuénte-
me por qué tan serio –madame Thiers hizo que Albert se acomo-
dara en su canapé. Él se sintió pillado, como un niño en una
travesura.

–Es que… es que… –balbució.
–Es que nada, joven amigo, que esa seriedad no va bien con su
juventud –el señor Thiers le palmeó la espalda e hizo que el me-
sero le diera una copa de coñac, que los caballeros bebían como
digestivo.

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