Page 41 - Antologia FONCA 2017_sp
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CUENTO
mal cubierto por una sábana entintada en una sangre descolorida,
más próxima al tono del vino, o cual grito no oído sino visto de
esa persona que por vez primera sentiste; o como un sabor acre
bajo el paladar, o ese tenue aroma que otra apacible tarde tuviste
a bien detectar.
Esa vez, ella venía a hacer sólo el trabajo por el que le paga-
ban: llevarse las toallas sucias y preguntar si a alguien se le ofre-
cía algo del bar o de la vitrina de souvenirs; y entonces el efluvio
la reclamó: tras correr la portezuela –iba distraída y abrió sin to-
car–, el humo le besó la piel y ambos pares de ojos languidecieron
hacia ella, mientras las bocas lo exhalaban invitándola a pasar, a
guardar el silencio, un secreto muy lucrativo y lúdico, relajante.
Los muchachos le ofrecieron a una muy turbada Raquel las bon
dades de una muy noble resina. Le vino el tic que siempre hacía
vibrar su párpado izquierdo cuando se le aceleraba el pulso, ge
neralmente en situaciones desfavorables.
La convidaron afablemente a sentarse, a descansar un mo-
mento, cosa que nadie jamás había hecho, y que ella nunca había
siquiera considerado posible: ser tratada como una persona, aten-
dida como invitada por el par de narcotizados sujetos que habla-
ban mirándola a los ojos. Le hizo gracia la levedad con la que se
conducían, el torpor aquietado que acompañaba sus gestos y pa-
labras; comenzó a relajarse de veras, algo epidémico se respiraba
en el aire, restregándosele en la tez, inflamándole todo el camino
desde la garganta hasta la boca del estómago, un ligero mareo su-
mamente grato que la desconcertaba y desinhibía a partes igua-
les, hasta que se descubrió a sí misma con un cigarro en los labios
y una mano viril sobre la rodilla –los pezones le anegaban la blu-
sa de manchones lácteos, debido al padecimiento–, oyendo sin es-
cuchar el lento parloteo de uno de los hombres, quien pese a estar
sentado a su lado percibía ajeno y brumoso como un sueño. Y se
sintió tan a gusto de repente, que sólo asentía con su sonrisa más
coqueta bien enarbolada, y fue intempestivamente arremetida por
la necesidad de aflojarse el nudo del corbatín del uniforme, de
arrancarse el atuendo por completo y retozar sobre sus jirones
desnuda y amalgamada con ese par, para así sustraerse por unos
momentos del bodrio cotidiano; pero, como si aquél le hubiera
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