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ENSAYO CREATIVO
¿Y el idioma? Siempre he tenido este nombre y este aspecto. Siem
pre he hablado esta lengua. Yo no los escogí, por supuesto: los
apellidos fueron el legado de mis padres y los nombres de pila,
decisión de mis abuelos. Mi aspecto físico fue cuestión de genes. El
idioma ha sido un asunto de circunstancias. Uno no escoge su
identidad, el mundo se la otorga. Además de mi nombre, mi aspecto
y mi lengua, ¿qué otras partes de mí no fueron elección mía? ¿Puedo
modificar lo que no elegí ser?
El sistema lingüístico, en su esencia, no puede ser alterado por un
individuo, entonces; y el sujeto, enraizado en la lengua que habla,
es modificado constantemente por medio de ella. Pero nos gusta-
ría aventurar algo aquí sobre las posibilidades que tiene una per-
sona que está siendo poseída por lenguas distintas. Elías Canetti,
por ejemplo, escribió que la “amplitud” consistía en ser capaz de
asimilar las voces de otros a la propia, hasta que no existiera una
distinción clara entre lo que proviene de los demás y lo que se
originó en el interior de uno mismo. En el suyo, por ejemplo, con-
vivieron las tardes de lectura en inglés, que durante su infancia su
madre compartió con él; los cuentos en búlgaro que sus niñeras le
narraban en medio de la noche; las palabras turcas y gitanas de
la vendimia dominical en el pueblo de su infancia; las pláticas en
español del desayuno con su abuelo sefardí, y los estudios univer-
sitarios de química realizados en alemán; de tal forma que en su
autobiografía el narrador no sabe distinguir en qué lengua y en
voz de quién le llega el recuerdo, y qué parte de su memoria ha
sido elaborada en verdad por él mismo.
A la luz de esos episodios cotidianos, he terminado por preguntarme
cuándo, al usar mi voz, estoy hablando yo, y cuándo están hablando
los demás a través de mí.
En el primero de cuatro tomos autobiográficos, Canetti narra un
episodio temprano que da cuenta de esta problemática. El peque-
ño Elías, de tres años de edad, ve cómo su prima Laurica aprende
a leer y escribir. El niño siente celos y comienza a molestarla por
las tardes. El amor de Canetti por las letras es tal, que vuelve loca
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