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ENSAYO CREATIVO

Leonardo Rodríguez, que cuenta con quinientos un Leonardos
Rodríguez; pero existe por igual el caso de Will Hogdson, quien
localizó a otros siete Wills Hogdson y creó una red de chat para
que entre todos los Wills Hogdson se cuenten los unos a los otros
lo que los distintos Wills Hogdson del mundo hicieron en el día.

    También pueden encontrarse tres documentales que tratan la
cuestión de la homonimia identitaria. El más interesante relata
la historia de un muchacho descendiente de esclavos negros, que
lleva el mismo nombre que el descendiente de los campesinos
blancos dueños de sus familiares.

Ahora tendremos que volver atrás en el tiempo, dar un salto de
miles de años, si no queremos enredarnos con el hilo de la madeja
organizada que buscamos deshacer aquí –la cuestión de la tradi-
ción literaria y sus miembros impostores, los escritores translin-
güados, migrantes lingüísticos, ¿y qué supone todo ello para la
manera en la que entendemos su literatura?

    Vamos a pensar en los humanos iniciales: el primer grupo que
se desplazó sobre el orbe como manada, y cuyos miembros tenían
rasgos físicos similares y un idioma común. Los individuos de ese
primer grupo humano rondaron el territorio en armonía y libertad.
Nadie pidió nunca ver sus pasaportes. La única frontera que en­
contraron fue la corpórea; si sus capacidades físicas no daban, la
marcha errante de sus vidas debía detenerse y asentarse. El límite
corporal de esos primeros humanos terminó reforzando los límites
ya naturales del terreno: dados ciertos accidentes geográficos que
no podían franquearse –un brazo de mar, una montaña que en cier-
tas estaciones del año se hacía muralla–, ese primer grupo se sepa-
ró después en múltiples y fue esparciendo su semilla: el desarrollo
paralelo de los subgrupos hizo que los sujetos a la larga dejaran de
reconocerse como extensiones del mismo núcleo primigenio.

    Por un tiempo quizá prolongado, la humanidad ha creído en la
existencia de encantaciones que abren aldabas y chapas, y embru-
jos que sirven para atravesar límites corpóreos; pero no diseñó
ninguna puerta cuya llave fuese un papel sellado hasta muy re-
cientemente en su historia. El concepto de pasaporte parecería
risible a los primeros humanos.

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